jueves, 5 de julio de 2007

Orgullo Gay / Natalia Figueroa


Orgullo gay

por Natalia Figueroa

A corazón abierto. Geografía literaria de la homosexualidad en Chile.

Juan Pablo Sutherland (compilador)
Editorial Sudamericana, 2002.
302 páginas.



LA HOMOSEXUALIDAD ES MATERIA que muchos autores han tratado abiertamente. Lamentablemente estos textos han caído en una suerte de ocultamiento que no responde a factores cualitativos. Su relego es causal: argumentos conservadores los discriminan por diferentes, en su divergencia incompatibles, anti-ejemplos de generaciones actuales y venideras. Ante tales manifestaciones la crítica ha callado o manipulado las obras generando nuevas lecturas: cualquier tendencia underground nunca sale del subsuelo. Contra este encubrimiento responde A corazón abierto, antología que reúne 31 textos para mostrar una parte de la historia que sí ha existido y que debiera ser reivindicada.

Poemas, epístolas, cuentos y fragmentos de obras narrativas invitan a desmitificar lo homosexual como forma válida -y no corrupta o pervertida- de vivir. La selección de Sutherland no desdeña lo tierno, erótico o trivial. Su apuesta es la franqueza, planteada ya por Pedro Lemebel, su primer acierto: "No necesito disfraz/ Aquí está mi cara/ Hablo por mi diferencia/ Defiendo lo que soy/ y no soy tan raro" (Manifiesto (hablo por mi diferencia). Esta disimilitud será planteada en todos sus aspectos: desde el niño discriminado por su cabello largo ("Niño de Lluvia", Benjamín Subercaseaux) hasta la tragicómica historia del amanerado que trae mala suerte a los demás ("La mala ventura de Nanito Velásquez", Edesio Alvarado), entre otros. Pero lo fundamental es la imposibilidad de apertura, manifestada como angustia, dolor y carencia en los personajes, algunos ebrios, otros sedientos, la mayoría desgarrados "ya contemplaba en los espejos aquella imagen que hubiera dado cualquier cosa por que fuera la de otro. Tuve compasión de mí mismo y solté las lágrimas que se agolpaban en mis ojos. Tener lástima de sí pareciera ser el más bajo de los sentimientos, pero en ese momento fue mi único desahogo" ("Santa Lucía", Pablo Simonetti). A corazón abiertono es una defensa del homosexual, sino una especie de manifiesto de él. Por esto, el destinatario ideal del texto es fundamentalmente el heterosexual, a quien un poco de atención.

La ordenación del material no es jerárquica; sí progresiva. Los extractos que Sutherland ha elegido construyen un testimonio que va más allá de las historias particulares de cada autor antologado, pues cada historia encierra dos estados comunes: la diferencia para unos y la igualdad para otros, los protagonistas de estas historias. "Por cierto que Caroll era un hombre… ¿no?-gritó, intentando hacerse oír" ("La mujer de sal", María Elena Gertner) Pero si Caroll fuese mujer ¿cambiaría la historia?

Al lector prejuiciado le sorprenderá encontrar a autores como Augusto D'Halmar o Marta Brunet. Su aparición prueba que la antología es de obras, no de autores; y también viene a recalcar el papel selectivo de la crítica. En un principio, Gabriela Mistral y Enrique Lafourcade integrarían A corazón abierto. La inclusión de la primera fue rechazada por su círculo serio de fans alegando "el daño a la vida y obra debido a la existencia de otras perspectivas críticas y de lecturas" (nótese que su principal defensor fue Jaime Quezada, autor de buenos poemas homosexuales). Pues bien, alega Sutherland "si se aplicara este criterio a todo este trabajo antológico, no podríamos leer la mayoría de los textos reunidos. Con respecto a Lafourcade, su negativa rotunda provoca el ambiguo comentario del compilador acerca de "visiones culturales conservadores que, negándose a sí mismas, construyen otro territorio que refleja la propia homofobia interna"

Como paradigma del enfrentamiento entre la vida pública y privada, Sutherland escoge dos cartas reveladoras del carácter de Hernán Díaz Arrieta (Alone) y fragmentos del Diario Íntimo de Luis Oyarzún que responden al llamado "acto discursivo del encubrimiento de un silencio". Lo importante de estas inserciones es su autenticidad, su subjetividad íntima que da cuenta, paralelamente a cualquier relato de ficción verosímil, de una verdad intrínseca y sin destinatario.

La selección de Sutherland es tan precisa que parece imposible leerlo y prejuiciar. Su apuesta es certera. A corazón abierto es un libro que acuciosamente espera ser leído y comprendido, apela a lo humano más profundo, aquella necesidad de unión con el otro que la misma sociedad le ha apartado y con el homosexual mismo, oculto y desvanecido en la historia. Un buen libro que infunde relectura, avidez, comprensión y un necesario replanteo que comienza desde nuevos horizontes de lectura, hasta una percepción de lo personal, cotidiano y nacional.

Natalia Figueroa
nataliafigueroa@hotmail.com

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